LOS PUEBLOS KARIVES: UNA ETNIA-NACIÓN

jueves, octubre 19, 2006

por Mario Sanoja Obediente*, Iraida Vargas-Arenas*

Más de cuatro siglos han pasado desde que murió asesinado el jefe guerrero karive Guaicaipuro, a manos del soldado español Francisco Infante. Durante largo tiempo, la mayoría de los historiadores hispanistas venezolanos, más interesados en promover una imagen civilizadora de los conquistadores españoles frente a una supuesta barbarie aborigen, magnificó la lucha colonial de los soldados castellanos, reduciendo la resistencia y el sacrificio indígena que dieron sus vidas defendiendo lo que consideraban su heredad, su patrimonio.
La existencia de una Nación se fundamenta en «la aparición de un grupo social capaz de establecer su hegemonía y definir un proyecto político de autodeterminación que aglutine a todos los demás sectores subordinados», es decir, que logre determinar como lo recomendó Gramsci- «además de la unidad de los fines económicos y políticos, la unidad intelectual y moral», o sea, la unidad cultural en un sentido nacional; que asimismo, consiga colocar «todas las cuestiones en torno a las cuales hierve la lucha no sobre un plano corporativo (es decir, de los intereses puramente económicos de un grupo), sino sobre un plano universal...» [1].

Nuestra Constitución Bolivariana es un proyecto de nación que recoge esas ideas fundamentales y plantea la existencia de una cultura nacional como la síntesis de todas las experiencias históricas compartidas, de las hazañas colectivas, de las grandes luchas comunes y de los resultados y memorias de esas prácticas; se nutre de los valores resemantizados de los sistemas culturales autóctonos o que brotan de las tradiciones y costumbres populares [2]. Dentro de esa definición del proyecto nacional venezolano bolivariano, es pertinente analizar la gesta karive, no como una una serie de eventos espasmódicos e individuales, sino entender la manera cómo, dicha sociedad, llegó a tener una clara definición territorial, una unidad de lengua y cultura, y una identidad social, todo lo cual la definiría, a nuestro criterio, como una etnia-nación cuyos aportes constituyen uno de los pilares fundamentales del Estado-nación venezolano y de la macroregión geohistórica kariveña.

Por su importante posición geográfica en el extremo norte de Suramérica, desde los más remotos tiempos, el actual territorio venezolano siempre fue el punto de confluencia de diversos movimientos de poblaciones humanas y culturas, así como de mestizaje y reformulación. para producir una nueva síntesis original lo que, a su vez, influyó en tiempos históricos posteriores, en la existencia de las poblaciones y cultura nacionales. Es por ello que Venezuela se formó con una fachada andina, relacionada con las poblaciones formativas originarias del noroeste de Suramérica, una fachada amazónica, vinculada con los pueblos originarios del este de Suramérica, y una fachada kariveña, producto de la dinámica histórica a partir de las poblaciones subandinas y orinoquenses originales.

La etnia-nación en el contexto histórico latinoamericano-kariveño
Más de cuatro siglos han pasado desde el día en que murió asesinado en su aldea de Suruapai, localizada a orillas de la quebrada Paragoto (actual Paracotos, Edo. Miranda), el jefe guerrero karive Guaicaipuro, de la etnia Tequej, a manos del soldado español Francisco Infante [3]. Durante largo tiempo, la mayoría de los historiadores hispanistas venezolanos, más interesados en promover una imagen civilizadora de los conquistadores españoles como enfrentada a una supuesta barbarie aborigen, magnificó la lucha colonial de los soldados castellanos, reduciendo a su mínima expresión las de resistencia y el sacrificio de decenas de millares de indígenas que dieron sus vidas defendiendo lo que consideraban su heredad, su patrimonio.

Como expresión simbólica de esa ideología neocolonizada, hasta hace poco, las oligarquías gobernantes en Iberoamé-rica celebraron como fiestas nacionales el 12 de Octubre de 1492. La conciencia social ha cambiado y hoy lo recordamos como el día cuado terminó la vida autónoma de las sociedades aborígenes americanas y comenzó el doloroso exterminio, físico y cultural, de millones de hombres y mujeres de las poblaciones originarias americanas. Dicho en palabras de Pablo Neruda:
«Los carniceros desolaron las islas./ Guanahaní fue la primera/ en esta cadena de martirios./ Los hijos de la arcilla vieron rota su sonrisa, golpeada/ su frágil estatura de venados,/ y aún en la muerte no entendían,/ Fueron amarrados y heridos,/ fueron quemados y abrasados,/ fueron mordidos y enterrados./ Y cuando el tiempo dio su vuelta de vals,/ bailando las palmeras,/ el salón verde estaba vacío...» [4]

El Holocausto de los indígenas americanos a causa de la conquista hispana, sólo puede ser comparado en número y sufrimiento al de los millones de africanos negros desarraigados, asesinados y esclavizados en América. En México, sólo entre 1519 y 1532, de los 25 millones de indígenas originarios desaparecieron ocho millones de personas. En la Isla de Quisqueya o Haití (Haití-Santo Domingo), entre 1492 y 1520, del millón de indígenas originales desaparecieron 986.000 personas, víctimas de la violencia física, de los maltratos, de la viruela y otras enfermedades contagiosas introducidas por los castellanos [5]. Para conseguir una población de reemplazo, muchos españoles se dedicaron a perseguir y capturar indígenas designados como karives, en el litoral venezolano, los cuales eran luego vendidos como esclavos en la Española y Puerto Rico [6].

Nuestras investigaciones arqueológicas en el antiguo Hospital Real de Caracas, 1600 de la era, cuyas ruinas se hallan emplazadas bajo el actual Teatro Municipal, revelan que para dicha época una de las principales causas de muerte de los indìgenas caraqueños eran también las enfermedades infecciosas introducidas por los europeos [7]. Los ideólogos neocolo-nizados de nuestra burocracia cuarta república hicieron tabla rasa del holocausto indígena, exaltando la conducta genocida de muchos capitanes castellanos. Es así como vemos que mientras la memoria del capitán Diego de Losada, cuyos méritos militares no podríamos desmerecer, es recordada con una condecoración que otorga el Concejo Municipal de Caracas, la memoria de Guaicaipuro, ícono de los indios karives caraqueños, se preserva en el nombre de un barrio y el de un mercado popular, lo cual nos honra a los caraqueños y, recientemente, de una condecoración, la Orden Guaicaipuro, que otorga la Alcaldía de Los Teques.

En el momento actual, uno de los objetivos centrales de la globalización neoliberal es la degradación del carácter nacional de los Estados del Tercer Mundo y del Sur en particular, en tanto se refuerza el carácter nacional y proteccionista de las metropolis imperiales del Primer Mundo. Una de las maneras más efectivas de lograr dicho fin, es promover entre los intelectuales y en la gente en general de los países sometidos, una actitud de vergüenza étnica y un desconocimiento hacia la historia de las comunidades históricamente formadas que conocemos como Nación y particularmente hacia sus referentes etnosociales y culturales. Esta es la forma de desmantelar las capacidades de resistencia que pudiesen conservar las sociedades de estos Estados nacionales, hasta volver imposible la constitución de fuerzas sociales populares eficaces que puedan defender su soberanía. Simultáneamente, la evolución del capitalismo contemporáneo de avanzada se articula en torno a la consolidación de cinco grandes monopolios: 1) el monopolio de las nuevas tecnologías de punta, 2) el control de los flujos financieros a escala mundial a través de la deuda externa de los países tercermundistas y la apropiación de sus empresas básicas, 3) el control al acceso de los recursos naturales, particularmente los energéticos, los mineros, los vegetales, los humanos, con alta formación técnica-científica y demás, 4) el control de los medios de comunicación y, particularmente. de los medios de comunicación de masas y las telecomunicaciones que sirven para controlar y modificar la mente y la conciencia de los pueblos, y 5) el monopolio de las armas de destrucción masiva, químicas, biológicas o nucleares, con las cuales chantajean a los países más pobres que tratan de independizarse con ellas del dominio de las metrópolis imperiales [8].

El análisis de la situación actual de Venezuela, enfrentada al acoso del capitalismo mundial, nos revela hasta qué punto esas presiones se están ejerciendo también sobre el gobierno del Presidente Chávez para que no se destruya la mentira mediática que ha proclamado urbi et orbi la existencia en nuestro país de una falsa opción mayoritaria de la oposición que -en verdad- sólo representa un 1.6% del total de votantes inscritos. Frente a esta amenaza militar que pesa sobre países como Venezuela, Cuba, Argentina, Brasil y Bolivia, la única salida posible reside en la movilización permanente de todas las fuerzas políticas y sociales, populares y democráticas que operan en cada país, para defender el derecho de los hombres y mujeres a ser gobernados de la manera que beneficie su bienestar social y personal y no el de las cuatrocientas transnacionales que conforman actualmente el gobierno mundial.

La reevaluación crítica de la historia social venezolana es requisito ineludible para propiciar la movilización de nuestras fuerzas políticas populares y democráticas, promoviendo al mismo tiempo una toma de conciencia, un sentido de identidad con lo que hemos sido, somos y seremos como pueblo y nuestras raíces latinoamericanas. Sólo si llegamos a conocer y sentir cabalmente lo que somos como naciones, podremos integrarnos sin complejos y sin traumas dentro de la formación política regional de Mercosur+Cuba, lo que prefigura el carácter de los futuros Estados multinacionales que surgirán en América Latina durante el siglo XXI [9].

Con esto queremos expresar la necesidad de poder comprender y analizar nuestra historia como nación, como una comunidad históricamente constituida, no como líneas de eventos vinculadas exclusivamente a coyunturas puntuales, sino como parte y representación de los procesos históricos regionales y mundiales, única manera de comprender la relevancia de las particularidades de cualquier totalidad histórica.

Historia de los pueblos karives y formación del capitalismo mundial
Reivindicar y darle un nuevo contenido a la historia indígena venezolana y en particular a la de sus líderes, como es el caso de Guaicaipuro, equivale a analizar la coyuntura social, política y cultural que se origina con la fase inicial del capitalismo, caracterizada por la expansión de lo que es hoy nuestra patria. Dentro de esta perspectiva, el caso concreto de los pueblos karives entre los siglos XVI y XVIII comienza a reflejarse en el presente como un sujeto de estudio importante para la ciencia social venezolana. Cosificados por el reduccionismo de la historia hispanista como simples salvajes caníbales y guerreros, las investigaciones antropológicas e históricas sobre la sociedad karive que se han venido haciendo y se están llevando a cabo en la actualidad muestran su complejidad e importancia para comprender la constitución de la comunidad histórica original del norte de Suramérica y El Karive.

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