EL ORIGEN DE LOS PUEBLOS KARIVES VENEZOLANOS

jueves, octubre 19, 2006



Hacia el segundo siglo de la era cristiana, grupos de agricultores ceramistas hablantes de lenguas karives, provenientes de la región amazónica brasileña, ingresaron a la cuenca del Orinoco, el oriente, la costa central de Venezuela y el sur del Lago de Maracaibo, llegando controlar esa vasta región para el siglo XIII de la era cristiana. A partir de un centro inicial ubicado entre el Matto Grosso y las cabeceras del Amazonas, nuestros ancestros karives se habrían expandido hacia el norte penetrando en la cuenca del Orinoco alrededor del siglo III de la era, en la costa atlántica colombiana hacia el siglo VIII, en la cuenca del Lago de Maracaibo hacia el siglo XI, en la costa centro-oriental de Venezuela hacia el siglo XIII, en la cuenca del Lago de Valencia hacia el siglo VIII y en el Valle de Caracas hacia el siglo XIII de la era, desplazando o absorbiendo a los antiguos pueblos arawacos que habitaban nuestro actual territorio desde por lo menos el año 1000 antes de la era cristiana.

Esta ola expansiva culminó, entre los siglos IX y XIV, con la ocupación del extenso territorio de la Guayana y la Amazonia venezolanas, Guyana, Surinam y Cayena, esto es, toda la costa noratlántica de Suramérica, desde Paria hasta las Bocas del Amazonas. De la misma manera, para el siglo XV de la era, los pueblos karives habían logrado el control territorial de la mayor parte del Karive Insular. Las tribus indígenas caraqueñas que se enfrentaron a las diversas expediciones castellanas pertenecían al gran cacicazgo o señorío karive, cuyo centro o territorio principal se hallaba localizado originalmente en la cuenca del Lago de Valencia. Aquéllas ejercieron, hasta el siglo XVI, un control absoluto de la región costera central de Venezuela, así como de las islas que se encuentran frente a dicho litoral. Este cacicazgo karive estaba vinculado con otras grandes unidades sociopolíticas, también karives, que entre los siglos VIII y XII de la era Cristiana llegaron a tener el control territorial de toda la región costera nororiental de Venezuela y la Cuenca del Orinoco, las cuales mantenían vínculos muy cercanos con los poderosos grupos tribales similares que habitaban las Antillas Menores, desde Trinidad hasta Borínquen (Puerto Rico), Haití-Quisqueya (Santo Domingo) y Cuba. Cuando se produjeron las primeras entradas de Ordaz y Berrío en el Orinoco, los caciques karives de la región les enseñaron a ambos exploradores que hacia el norte también existían grandes poblaciones karives, indicando con ello el conocimiento que tenían sobre la existencia y la ubicación de las otras etnias similares que habitaban el territorio de la actual Venezuela. La resistencia de los karives caraqueños a la ocupación castellana tuvo también su paralelo entre las etnias karives que habitaban las Grandes Antillas a comienzos del siglo XVI, hecho que nos permite entender más claramente el carácter de la extensa organización sociopolítica global que mantuvo esta sociedad, pueblos karives antillanos y venezolanos, hasta mediados del siglo XVI. Cuando decimos global, nos estamos refiriendo a un sistema de organización territorial que se fundamentaba en la existencia de vínculos y contactos regulares a larga distancia, lo cual permitía a los pueblos de la macroregión kariveña estar permanentemente informados sobre los eventos que estaban sucediendo en sus diversos territorios desde la entrada de los castellanos en 1492. La arqueología legitima la existencia de aquella macroregión kariveña desde finales del último milenio a.C., así como los intercambios de manufacturas y, al parecer, de mujeres alfareras vía alianzas matrimoniales, desde el noreste de Venezuela hacia Las Antillas y viceversa. Ello explicaría la solidez del tejido social, la solidaridad de los pueblos kariveños y su fuerte arraigo territorial y, en suma, la existencia de una definida identidad cultural que distinguía a los karives, particularmente los de la Macroregión Karive Antillana, de los de Venezuela y las Guayanas. La lucha de los karives borincanos (Puerto Rico) contra la ocupación castellana, comandada por sus grandes jefes guerreros Guarionex, Mabodomoca, Cacimar, Yahureibo y Luquillo, se prolongó hasta 1530, produciéndose la toma y destrucción de los principales poblados castellanos de la isla: Sotomayor, Higüey, Caparra, Santiago y un gran número de haciendas. Más de dos décadas les tomó a los castellanos reducir el baluarte de los karives borincanos. Éstos no solamente se defendieron, sino que a su vez se hicieron fuertes en otras islas de las Pequeñas Antillas como Islas Vírgenes, Dominica y Guadalupe, llegando a lanzar expediciones bélicas hasta la lejana isla de Trinidad, ubicada frente a la península de Paria [10]. Al igual que ocurrió en Caracas y en Guayana, luego de 1530, los karives borincanos se aliaron con los comerciantes armados o «corsarios», ingleses y franceses, que trataban de minar la hegemonía de intercambios comerciales que había impuesto el imperio español a sus dominios kariveños. En el caso de las etnias karives de la región centrocostera venezolana, diversas expediciones fueron organizadas por los españoles entre 1555 y 1567 para tratar, sin éxito, de conquistar el valle de Caracas y su región litoral, las cuales consumieron gran cantidad de recursos humanos y fiscales. La feroz resistencia de las tribus karives, comandadas por sus jefes guerreros Guaicaipuro, Paramaconi y Terepaima quienes controlaban el valle de Caracas y las montañas que lo rodean, imposibilitó la implantación de un asentamiento castellano estable hasta 1568. Aquellas expediciones tuvieron para los españoles, sin embargo, un producto muy valioso: la posibilidad de conocer y evaluar de manera más cabal la topografía y los recursos naturales de la región, las características culturales de las tribus indígenas que habitaban el valle, su estrategia militar y su potencial de combate . Las expediciones de Fajardo, iniciadas en 1555, lograron -al menos temporalmente- fundar una base para la conquista del valle, al que llamó Fajardo de San Francisco y, otra. para controlar el litoral al que denominó El Collado, homenaje, quizás, al gobernador provincial de turno. Poco duraron aquellos asentamientos porque, en 1560, los ejércitos karives, bajo el mando de Guaicaipuro, Paramaconi, Terepaima y otros importantes jefes guerreros caraqueños, finalmente quemaron sus bohíos, se apoderaron del ganado, derrotaron y expulsaron a los invasores castellanos de sus territorios, obligándolos a buscar refugio en la isla de Margarita .

LAS COMUNIDADES KARIVES DEL BAJO ORINOCO

En el Bajo Orinoco, la resistencia de los pueblos karives contra los conquistadores españoles se prolongó hasta mediados del siglo XVIII. Facilitaron esta larga resistencia diversos factores: 1 la existencia de poblaciones karives muy numerosas y organizadas y el reducido número de soldados y frailes comprometidos en la conquista y reducción de las etnias indígenas. 2 la distancia que mediaba entre los enclaves españoles y sus bases logísticas y, 3 el apoyo material que brindaron los holandeses e ingleses al esfuerzo de guerra de los karives. Como resultado de la guerra, la organización jerárquica de las comunidades karives se intensificó a partir de 1530, como forma de resistencia a la intervención conquistadora y colonizadora de los españoles. Para lograr dichos fines, algunos jefes karives firmaron tratados con los holandeses en 1672 donde éstos prometían a los indios amistad, protección contra la esclavitud y paga por los servicios prestados. Los indios, a su vez, servían como canoeros y pilotos, proporcionaban insumos alimenticios y enseres, y mantenían expedita la ruta comercial y los puestos de comercio de la Compañía de las Indias Occidentales. Como consecuencia de esta relación, se estimuló la introducción de bienes de consumo suntuario en aquellas poblaciones karives por parte de los holandeses, particularmente armas de fuego, pólvora, balas, espadas, hachas, cuchillos, tijeras, navajas de afeitar, espejos, telas, botellas de ron, platos de mayólica holandesa, inglesa o francesa, porcelana china y demás, cuya posesión debe haberse convertido en objeto de prestigio para los guerreros y miembros en general de dichas comunidades. Sin embargo, el volumen de los aportes materiales holandeses e ingleses a los karives del Orinoco no parece haber sido tan significativo y cuantioso como lo han establecido los autores que han escrito sobre el tema .
Al igual que en la costa centro-oriental de Venezuela, los karives del Orinoco mantuvieron desde el siglo 1630 hasta 1740, una larga guerra de resistencia contra la dominación española para defender y preservar su dominio territorial sobre el Bajo Orinoco, comandados, entre otros, por los jefes guerreros Quirawera, Taricura y Yaguaría. En una primera fase, se aliaron con los expedicionarios ingleses enviados por la reina Isabel I para conquistar las bocas del Orinoco [12] y, luego, con los holandeses y franceses también enemigos de los españoles que buscaban desestabilizar el enemigo común: la presencia del imperio español en sus dominios kariveños.
La ayuda que brindaban los holandeses a las etnias karives orinoquenses en el siglo XVIII, proporcionándoles armas de fuego y apoyo logístico, tenía también como contraparte la obtención de esclavos indios que los karives capturaban en sus razzias, los cuales eran enviados a trabajar en las plantaciones de azúcar de Suriname.
La llamada Gran Rebelión Karive de la región Aro-Caura-Cuchivero, comandada por el jefe karive Yaguaría, ocurrida en 1730 [13], representó el último esfuerzo de dicha etnia para conservar con el apoyo de los holandeses y franceses la hegemonía política que habían podido consolidar en el Orinoco entre los siglos 9 y 14 de la era.
La información derivada del estudio de los sitios arqueológicos karives de los siglos XVI, XVIII y XVIII en el Bajo Orinoco indica que la hegemonía política de los karives no era exclusivamente el producto del sojuzgamiento de los otros pueblos indígenas de la región. Una de las causas principales de su predominio en dicha zona parece haber sido lo numeroso de su población. Según los resultados de nuestras investigaciones, los poblados karives más grandes del Bajo Caroní llegaron a tener una extensión de varias hectáreas. En Cachamay, la población estaba organizada en diversos conjuntos de viviendas, cada uno compuesto por tres a cuatro grandes bohíos colectivos. Un cálculo aproximado nos permitiría suponer para cada conjunto, una población de 90 a 120 personas y una estimación aproximada de 600 a 700 habitantes por pueblo. ParaelsigloXVI, la poblaciónkarive, sólo para el Bajo Caroní, podríaserestimada aproximadamente entre 4000 y5000 personas.
Entre 1000 y 1600 años de la era, hallamos una cadena contínua de asentamientos karives sobre la margen izquierda del Bajo Orinoco. No todos ellos tenían, sin embargo, las mismas dimensiones de los poblados del Bajo Caroní, fluctuando entre aldeas integradas por sólo una casa comunal y, en ocasiones, hasta cuatro o cinco viviendas de características similares. El poblado más extenso del Bajo Orinoco era el de Barrancas o Huyaparí, integrado a su vez por numerosas aldeas relacionadas entre sí, donde convivían poblaciones karives y arawacas. Las observaciones de los cronistas del siglo XVI indican un estimado 400 viviendas para el mismo, es decir, unos 12.000 a 15.000 habitantes en total. Las poblaciones karives no eran solamente más numerosas, sino que parecen haber sido también buenos negociantes que se desplazaban en sus grandes curiaras a lo largo del Orinoco e incluso hasta Paria y las actuales Guyana, Demerara y Cayena, transportando y distribuyendo mercancías de distinto género. Unaactividad tal necesitaba tener poblaciones amigas a lo largo de sus rutas de intercambio, cosa que lograban manteniendo nexos de parentesco con todas las otras comunidades y etnias, karives o arawacas, de los territorios bajo su control. La guerra de conquista llevada a cabo por los españoles en la región centro oriental de nuestro país, poblada principalmente por pueblos de la etnia-nación karive, duró dos siglos y medio, hasta que en el siglo XVIII, una parte importante de la misma aceptó acogerse al sistema misional. Las misiones Capuchinas Catalanas de Guayana se fortalecieron fundamentalmente con el aporte humano y cultural karive, creando un proyecto político y económico que combinaba las ideas del Padre Las Casas con la modernidad capitalista del siglo XVIII: agricultura y ganadería intensivas, transformación artesanal de las materias primas, minería del oro y del hierro, grandes hornos para producción de alfarería refractaria, talleres de metalurgia para la producción de herramientas, alfarería industrial y un importante comercio de exportación hacia Las Antillas y Europa. Los frailes capuchinos actuaron como gerentes, pero fueron los karives los que formaron la masa crítica de supervisores y trabajadores que dieron sustento al proyecto. Fue gracias al enorme producto que dejaron las misiones en sus diversos almacenes, a los grandes rebaños de ganado vacuno y mular, a la mano de obra preparada y calificada, como La República pudo establecerse en Guayana y luchar hasta la consagración de la Independencia en 1821 . En el caso concreto de Caracas, los descendientes de la población karive original y los mestizos, mulatos y zambos, constituyeron el fundamento del Bravo Pueblo que propulsó el nacimiento del Estado nacional en 1810. Aún después de vencidos militarmente, los indígenas, y en particular los pueblos karives, constituyeron el componente cultural y demográfico más importante de nuestra nación, sin el cual los venezolanos no seríamos tal cual somos. De igual manera, su presencia constituye un componente importante del poblamiento original de Guyana, Suriname, Cayena y el norte de Brasil. Hoy día celebramos que sus avatares, sus exponentes principales simbolizados en el jefe guerrero Guaicaipuro, han sido finalmente reivindicados y legitimados por la historia, y sobre todo por el Estado que representa jurídicamente a la nación, como integrantes del panteón de fundadores de la patria venezolana.

LOS PUEBLOS KARIVES: UNA ETNIA-NACIÓN

por Mario Sanoja Obediente*, Iraida Vargas-Arenas*

Más de cuatro siglos han pasado desde que murió asesinado el jefe guerrero karive Guaicaipuro, a manos del soldado español Francisco Infante. Durante largo tiempo, la mayoría de los historiadores hispanistas venezolanos, más interesados en promover una imagen civilizadora de los conquistadores españoles frente a una supuesta barbarie aborigen, magnificó la lucha colonial de los soldados castellanos, reduciendo la resistencia y el sacrificio indígena que dieron sus vidas defendiendo lo que consideraban su heredad, su patrimonio.
La existencia de una Nación se fundamenta en «la aparición de un grupo social capaz de establecer su hegemonía y definir un proyecto político de autodeterminación que aglutine a todos los demás sectores subordinados», es decir, que logre determinar como lo recomendó Gramsci- «además de la unidad de los fines económicos y políticos, la unidad intelectual y moral», o sea, la unidad cultural en un sentido nacional; que asimismo, consiga colocar «todas las cuestiones en torno a las cuales hierve la lucha no sobre un plano corporativo (es decir, de los intereses puramente económicos de un grupo), sino sobre un plano universal...» [1].

Nuestra Constitución Bolivariana es un proyecto de nación que recoge esas ideas fundamentales y plantea la existencia de una cultura nacional como la síntesis de todas las experiencias históricas compartidas, de las hazañas colectivas, de las grandes luchas comunes y de los resultados y memorias de esas prácticas; se nutre de los valores resemantizados de los sistemas culturales autóctonos o que brotan de las tradiciones y costumbres populares [2]. Dentro de esa definición del proyecto nacional venezolano bolivariano, es pertinente analizar la gesta karive, no como una una serie de eventos espasmódicos e individuales, sino entender la manera cómo, dicha sociedad, llegó a tener una clara definición territorial, una unidad de lengua y cultura, y una identidad social, todo lo cual la definiría, a nuestro criterio, como una etnia-nación cuyos aportes constituyen uno de los pilares fundamentales del Estado-nación venezolano y de la macroregión geohistórica kariveña.

Por su importante posición geográfica en el extremo norte de Suramérica, desde los más remotos tiempos, el actual territorio venezolano siempre fue el punto de confluencia de diversos movimientos de poblaciones humanas y culturas, así como de mestizaje y reformulación. para producir una nueva síntesis original lo que, a su vez, influyó en tiempos históricos posteriores, en la existencia de las poblaciones y cultura nacionales. Es por ello que Venezuela se formó con una fachada andina, relacionada con las poblaciones formativas originarias del noroeste de Suramérica, una fachada amazónica, vinculada con los pueblos originarios del este de Suramérica, y una fachada kariveña, producto de la dinámica histórica a partir de las poblaciones subandinas y orinoquenses originales.

La etnia-nación en el contexto histórico latinoamericano-kariveño
Más de cuatro siglos han pasado desde el día en que murió asesinado en su aldea de Suruapai, localizada a orillas de la quebrada Paragoto (actual Paracotos, Edo. Miranda), el jefe guerrero karive Guaicaipuro, de la etnia Tequej, a manos del soldado español Francisco Infante [3]. Durante largo tiempo, la mayoría de los historiadores hispanistas venezolanos, más interesados en promover una imagen civilizadora de los conquistadores españoles como enfrentada a una supuesta barbarie aborigen, magnificó la lucha colonial de los soldados castellanos, reduciendo a su mínima expresión las de resistencia y el sacrificio de decenas de millares de indígenas que dieron sus vidas defendiendo lo que consideraban su heredad, su patrimonio.

Como expresión simbólica de esa ideología neocolonizada, hasta hace poco, las oligarquías gobernantes en Iberoamé-rica celebraron como fiestas nacionales el 12 de Octubre de 1492. La conciencia social ha cambiado y hoy lo recordamos como el día cuado terminó la vida autónoma de las sociedades aborígenes americanas y comenzó el doloroso exterminio, físico y cultural, de millones de hombres y mujeres de las poblaciones originarias americanas. Dicho en palabras de Pablo Neruda:
«Los carniceros desolaron las islas./ Guanahaní fue la primera/ en esta cadena de martirios./ Los hijos de la arcilla vieron rota su sonrisa, golpeada/ su frágil estatura de venados,/ y aún en la muerte no entendían,/ Fueron amarrados y heridos,/ fueron quemados y abrasados,/ fueron mordidos y enterrados./ Y cuando el tiempo dio su vuelta de vals,/ bailando las palmeras,/ el salón verde estaba vacío...» [4]

El Holocausto de los indígenas americanos a causa de la conquista hispana, sólo puede ser comparado en número y sufrimiento al de los millones de africanos negros desarraigados, asesinados y esclavizados en América. En México, sólo entre 1519 y 1532, de los 25 millones de indígenas originarios desaparecieron ocho millones de personas. En la Isla de Quisqueya o Haití (Haití-Santo Domingo), entre 1492 y 1520, del millón de indígenas originales desaparecieron 986.000 personas, víctimas de la violencia física, de los maltratos, de la viruela y otras enfermedades contagiosas introducidas por los castellanos [5]. Para conseguir una población de reemplazo, muchos españoles se dedicaron a perseguir y capturar indígenas designados como karives, en el litoral venezolano, los cuales eran luego vendidos como esclavos en la Española y Puerto Rico [6].

Nuestras investigaciones arqueológicas en el antiguo Hospital Real de Caracas, 1600 de la era, cuyas ruinas se hallan emplazadas bajo el actual Teatro Municipal, revelan que para dicha época una de las principales causas de muerte de los indìgenas caraqueños eran también las enfermedades infecciosas introducidas por los europeos [7]. Los ideólogos neocolo-nizados de nuestra burocracia cuarta república hicieron tabla rasa del holocausto indígena, exaltando la conducta genocida de muchos capitanes castellanos. Es así como vemos que mientras la memoria del capitán Diego de Losada, cuyos méritos militares no podríamos desmerecer, es recordada con una condecoración que otorga el Concejo Municipal de Caracas, la memoria de Guaicaipuro, ícono de los indios karives caraqueños, se preserva en el nombre de un barrio y el de un mercado popular, lo cual nos honra a los caraqueños y, recientemente, de una condecoración, la Orden Guaicaipuro, que otorga la Alcaldía de Los Teques.

En el momento actual, uno de los objetivos centrales de la globalización neoliberal es la degradación del carácter nacional de los Estados del Tercer Mundo y del Sur en particular, en tanto se refuerza el carácter nacional y proteccionista de las metropolis imperiales del Primer Mundo. Una de las maneras más efectivas de lograr dicho fin, es promover entre los intelectuales y en la gente en general de los países sometidos, una actitud de vergüenza étnica y un desconocimiento hacia la historia de las comunidades históricamente formadas que conocemos como Nación y particularmente hacia sus referentes etnosociales y culturales. Esta es la forma de desmantelar las capacidades de resistencia que pudiesen conservar las sociedades de estos Estados nacionales, hasta volver imposible la constitución de fuerzas sociales populares eficaces que puedan defender su soberanía. Simultáneamente, la evolución del capitalismo contemporáneo de avanzada se articula en torno a la consolidación de cinco grandes monopolios: 1) el monopolio de las nuevas tecnologías de punta, 2) el control de los flujos financieros a escala mundial a través de la deuda externa de los países tercermundistas y la apropiación de sus empresas básicas, 3) el control al acceso de los recursos naturales, particularmente los energéticos, los mineros, los vegetales, los humanos, con alta formación técnica-científica y demás, 4) el control de los medios de comunicación y, particularmente. de los medios de comunicación de masas y las telecomunicaciones que sirven para controlar y modificar la mente y la conciencia de los pueblos, y 5) el monopolio de las armas de destrucción masiva, químicas, biológicas o nucleares, con las cuales chantajean a los países más pobres que tratan de independizarse con ellas del dominio de las metrópolis imperiales [8].

El análisis de la situación actual de Venezuela, enfrentada al acoso del capitalismo mundial, nos revela hasta qué punto esas presiones se están ejerciendo también sobre el gobierno del Presidente Chávez para que no se destruya la mentira mediática que ha proclamado urbi et orbi la existencia en nuestro país de una falsa opción mayoritaria de la oposición que -en verdad- sólo representa un 1.6% del total de votantes inscritos. Frente a esta amenaza militar que pesa sobre países como Venezuela, Cuba, Argentina, Brasil y Bolivia, la única salida posible reside en la movilización permanente de todas las fuerzas políticas y sociales, populares y democráticas que operan en cada país, para defender el derecho de los hombres y mujeres a ser gobernados de la manera que beneficie su bienestar social y personal y no el de las cuatrocientas transnacionales que conforman actualmente el gobierno mundial.

La reevaluación crítica de la historia social venezolana es requisito ineludible para propiciar la movilización de nuestras fuerzas políticas populares y democráticas, promoviendo al mismo tiempo una toma de conciencia, un sentido de identidad con lo que hemos sido, somos y seremos como pueblo y nuestras raíces latinoamericanas. Sólo si llegamos a conocer y sentir cabalmente lo que somos como naciones, podremos integrarnos sin complejos y sin traumas dentro de la formación política regional de Mercosur+Cuba, lo que prefigura el carácter de los futuros Estados multinacionales que surgirán en América Latina durante el siglo XXI [9].

Con esto queremos expresar la necesidad de poder comprender y analizar nuestra historia como nación, como una comunidad históricamente constituida, no como líneas de eventos vinculadas exclusivamente a coyunturas puntuales, sino como parte y representación de los procesos históricos regionales y mundiales, única manera de comprender la relevancia de las particularidades de cualquier totalidad histórica.

Historia de los pueblos karives y formación del capitalismo mundial
Reivindicar y darle un nuevo contenido a la historia indígena venezolana y en particular a la de sus líderes, como es el caso de Guaicaipuro, equivale a analizar la coyuntura social, política y cultural que se origina con la fase inicial del capitalismo, caracterizada por la expansión de lo que es hoy nuestra patria. Dentro de esta perspectiva, el caso concreto de los pueblos karives entre los siglos XVI y XVIII comienza a reflejarse en el presente como un sujeto de estudio importante para la ciencia social venezolana. Cosificados por el reduccionismo de la historia hispanista como simples salvajes caníbales y guerreros, las investigaciones antropológicas e históricas sobre la sociedad karive que se han venido haciendo y se están llevando a cabo en la actualidad muestran su complejidad e importancia para comprender la constitución de la comunidad histórica original del norte de Suramérica y El Karive.

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